martes, 23 de marzo de 2010

Frío...Siento frío.
Hambre...Tengo hambre.
Miedo...Tengo miedo.
Una gélida corriente de aire helado penetró entre mis profundos y sangrantes surcos en la cara.
De repente todas las emociones y sensaciones sentidas anteriormente desaparecieron. Todas salvo el hambre...
Abrí los ojos lentamente. Eramos miles. Miles como yo. Miles como yo que estaban siendo avasallados por una lluvia de fuego y metralla proveniente de una caseta situada unos 100 metros más allá.
Dentro había alguien...Carne. Mis ojos veían a alguien como yo, pero inferior. Comida al fin y al cabo.
Mis piernas echaron a correr por sí solas mientras me dirigía a toda velocidad hacia la caseta. Conseguí penetrar por una ventana lateral sin que se diese cuenta.
En menos de 10 segundos mis manos agarraron sus muñecas, y mi boca se abalanzó sobre su cuello.
Mis colmillos penetraron en su jugosa carne a la vez que él gritaba sin cesar.
Sentí un alivio tremendo. Una descarga de adrenalina al sentir la sangre corriendo por mi boca. Sangre caliente.
Desgarré cada parte de piel de su cuello, y lo solté.
Ahí estaba su cuerpo. Inerte, frío, insensible. Dentro de poco sería otro de los nuestros.
Cientos de los míos llegaron y se abalanzaron sobre su cuerpo para intentar sacar algún resquicio de carne y alimentarse como yo lo había hecho.
El primero logró morder una parte de las costillas derechas, y el segundo alcanzó los cuadriceps.
Nadie más consiguió nada. Él se levantó como yo lo había echo y echó a andar sin rumbo fijo, buscando algo de comer...

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